Guarda y custodia de los hijos
No nos olvidamos de ellos
Cuando unos padres se separan todo el mundo es consciente que los seres más vulnerables y máximos damnificados son los hijos. Afirmando esto sabemos que estamos diciendo una obviedad, pero por experiencia profesional podemos decir que, lamentablemente, no siempre se les tiene presente y no siempre se piensa en ellos todo el que sería necesario.
En el proceso de negociación de las consecuencias de una separación o divorcio, fuera de casos afortunadamente cada vez más generalizados, siempre existen aquellos otros donde los hijos a veces actúan como moneda de intercambio, pues si el punto de salida, por ejemplo, puede ser la reclamación de una guarda y custodia compartida, una vez llegado a un acuerdo económico, con cierta facilidad puede desaparecer aquel interés y limitarse la petición a contactos más espaciados o reducidos; o si la posición es una custodia exclusiva, con la obtención también de unas contrapartidas que no guardan directa relación con los hijos, también se puede llegar a aceptar sin más oposición que sea una guarda compartida.
Son excepcionales, pero no por eso infrecuentes, los casos donde existiendo ya una resolución judicial y un cumplimiento de las visitas, se puede producir una renuncia a las mismas a cambio de no pagar alimentos o reducir su importe, o que habiéndose conseguido una resolución judicial que determina la custodia compartida, se producen inmediatamente ofertas proponiendo cambiar lo que se ha obtenido en base a unas falsas apariencias, compromisos y promesas, por unos miserables y exiguos beneficios económicos.
Tampoco es excepcional comprobar que existen casos dónde, a pesar de que una resolución judicial determina cuál se considera el régimen más favorable para los menores, se dificulta su práctica, imposibilitando una relación normal con claro perjuicio para los mismos, y ahora ya no por cuestiones económicas, sino personales de las que los hijos tendrían que mantenerse al margen.
Además de estos supuestos, donde prima el interés económico y mercantilista por encima del bienestar de los hijos, o una ofuscación que no permite ver el claro perjuicio que se causa a los menores, se encuentran aquellos otros en los que los padres no saben encontrar la mejor solución y entran en un conflicto que se eterniza, pues la resolución judicial no le pone fin y, a lo largo de toda la relación posterior, obligada por la existencia de unos hijos comunes menores de edad, harán que estos vivan con clara incidencia y afectación esta criticable incapacidad de los padres derivada de no querer asumir la realidad de la ruptura, sea cual sea la causa de la que derive, y prefieren mirar inconscientemente a otro lado, antes que recuperar la estabilidad emocional de sus hijos.
También queremos manifestar que no siempre son los padres, que se encuentran inmersos en un claro proceso de duelo por una separación que o no han instado, o no han querido, o no entienden, quienes provocan o inducen un conflicto que acaba afectando a sus hijos, sino que son los profesionales que los asisten los que no ayudan a encontrar la mejor solución ni a reconducir una situación que, contrariamente, con sus “consejos” cronifican, consiguiendo los resultados más negativos para su propio cliente y, por extensión, para los hijos de éste.
En cualquier caso, la decisión final la tiene el padre o la madre, y en este sentido creemos que por encima de los profesionales (abogados) que tendrían que ayudar en todos aquellos aspectos que derivan de una separación o divorcio con hijos menores, es importante recurrir a otros (psicólogos infantiles o de familia), que tengan la confianza de las dos partes y que puedan ser, desde un primer momento, una referencia para ayudar a encontrar las respuestas más adecuadas en beneficio de los hijos.
Creemos honestamente que habría que hacer un esfuerzo para dejar de lado todas aquellas cuestiones que son ajenas a los hijos y analizar caso por caso cuál es la mejor solución para los mismos, y plantearse todo esto al principio de la ruptura de la relación o en el momento de empezar a plantearse la misma.
Es al principio, cuando todo es reciente, y no se ha producido el evidente desgaste y distanciamiento que se produce si se prolonga la incertidumbre sobre las posibles consecuencias, y no entran terceros a radicalizar las posiciones, cuando sería deseable promover la intervención de aquellos profesionales.
Es preciso que por encima del teórico aprovechamiento del sentimiento de culpabilidad que pueda tener una de las partes, o por encima de las ventajas que la mayor preparación en el proceso pueda tener aquel quien hace más tiempo que se lo está planteando, o por encima de la seguridad que puede otorgar estar en una mejor situación económica y/o patrimonial, se prioricen los hijos, siendo fácil si tan sólo se piensa en ellos.
No hay, con seguridad, ninguna decisión más responsable y claramente ganadora, que aquella que consigue consensuar un acuerdo sobre los hijos o delegar en un profesional escogido por los dos progenitores, la mejor solución para ellos. Como mínimo es lo que querrían los menores y no tiene que existir ningún tipo de duda que resolviendo este punto, los otros serán más asequibles y fáciles de concluir. Ellos, si os lo pudieran comunicar, os pedirían una sola cosa: que les permitáis seguir sonriendo con cada uno.
Para los hijos, sus padres son sus héroes y heroínas, su referencia, lo más importante que tienen. ¿Y para los padres? ...
No nos olvidemos de ellos.
Xavier Bonet
Bonet Abogado
Abogado de Girona